martes, 24 de febrero de 2009

Lapida 7: Masoquismo

Ayer sin querer recorrí tus deseos, me involucre en ellos, participe en ellos y sin duda nunca logre una mirada tuya.
La verdad es que nunca me miraste, no alzaste el rostro, ni siquiera te diste cuenta que estaba pendiente de ti. No, no sabias quien era.
No logre cambiar nada de mi apariencia, seguí teniendo el mismo semblante, la misma mirada triste, los mismos labios resecos y la misma nariz húmeda, es mas, tenia los mismos ríos de lagrimas surcando mis mejillas, el mismo mentón caído y la misma barba descuidada, el mismo pelo desaliñado. Tenia el cuerpo decrepito y sin fuerzas, las piernas cansadas y mis pies infectados, tenia el mismo pantalón roto y sin planchar, con la misma marca de polvo en las rodillas, tenia los mismos brazos caídos, con los hombros hundidos, con las uñas crecidas y sin cortar, con una fina capa de tierra bordando el final. Tenia la misma complexión robusta que mantuve siempre, con las ropas hechas jirones y el amarillamiento del cuello, sin duda estaba integro y entero.
Quizás la única diferencia era que me faltaba aquel puñal que clavaste en el pecho, el cual extraje, limpie, pulí y guarde en una caja de roble con interior de satín, zurcí la incisión en la camisa y coci la ha herida en mi pecho.
Como vez, era el mismo, como si no hubiera pasado el tiempo, como si solo se hubiera presentado un ligero instante, un pestañeo leve. Pero sin embargo no me reconociste.
Pero te prometo, Amada mía, que mañana volveré de nuevo, con mi presencia y el puñal intacto, justo para ser de nuevo una herida de amor, como la última vez, hace 3 años.

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